lunes, 30 de enero de 2017

El sol de los carnívoros

 "El tigre real, el amo, el solo, el sol
de los carnívoros, espera,
está herido y hambriento,
tiene sed de carne,
hambre de agua".
Eduardo Lizalde
Dame el hambre  
de los que en dios
siembran la fe,
la herida de la madre
expuesta como un árbol
que atraviesa el incendio;
ése sol de los carnívoros,
la muerte del animal
que en las calles 
espanta a la suerte
con el hambre
y su infranqueable
soledad,

baja sobre mí
esa espesa luz de la mañana
como baja 
de los sexos
el pecado
a besar el triste aroma
del infierno,

y en un dulce sol de invierno
hervirá mi sangre
como el brillo de la muerte
en los ojos del niño interior,
o como células apareándose,
formando redes
más finas que las de
la araña.

Dame,
             vida mía,

manos
para sentir la muerte,
ojos
para soñar despierto,
rabia
para ganar la fuga,

miedo
para saber que crezco,

fuerza
para soltarme en ti,
                      devolverme a la agresión
                        de vivir en serio;
y mirarte de frente,

dame,
            vida mía
la fuerza, la vitalidad
 y brillo fértil
del tigre perdido
entre su instinto;

ese sol
de los carnívoros.

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