martes, 21 de marzo de 2017

Animales

Llegas, y eres como el agua,
y no sólo paseas en tierra seca
sino que también eres ausencia;
te evaporas y eres rumor
como una historia de conquista y guerras,
crónicas de abasto y sed,
vacío al que no puedo
dejar de caer,
precipicio fuera de ti,
luz que se bifurca entre llanuras,
y eres humo junto a los fantasmas
de todas esas noches
impronunciables
 
y yo,
animal que mueve las orejas
y ladra cuando tiene frío,
cuando tiene miedo,
te aparto un rincón
en todo aquello
que nunca he logrado comprender,
en lo incierto de la rabia
y la ternura del sentimiento,
te doy mi cuerpo
sin saber muy bien por qué,
 
pero llegas, y eres agua,
y yo, desnudo
como tierra seca
expuesto
como el bosque que se incendia,
frágil,
como el sentido de la vida
cuando se le olfatea
yo
te necesito,
te escojo,
me bato en retirada
y te escojo
entre tantas otras alegrías
que nunca pude comprender,
queriéndote
porque el alma
simplemente
no me da para más.

martes, 7 de marzo de 2017

Hay amores


«Hay amores que no se olvidan
ni a los noventa y tres años»
Chavela Vargas

Otra vez lunes en la mañana,
el cuarto abre sus muros
de concreto y la necesidad
se aferra a amanecer.

Y en el hábito de la mañana,
el silencio de una colonia
en pleno movimiento.

Todo se parece a las mañanas
donde tú también amanecías;
te aferrabas sobre mí como la necesidad.

La fotografía sigue intacta,
sellada por un punto sin retorno.

Algo de mí se acabó
cuando te fuiste. 
Se acabó como el tiempo
donde uno encuentra el amor
con esa torpe inocencia
que da la juventud /
te aprendí
a intuir
con cada uno de los sentidos
que la juventud
me ha regalado,
fuertes, limpios, sellados
y listos para el hábito/
el sonido de tu cuerpo
cuando te rompías,
el olor de tus manos
al descamar naranjas,
el sabor de la eterna juventud
al verte desnuda y en lo oscuro.

Hemos llegado hasta aquí,
mano a mano, y qué mal momento
para verte a lo lejos
como ése punto sin retorno
del que nunca hablamos,
porque la vida es eterna
y ambos procuramos 
caminar despacio.

Pasarán tanto días
y aún más noches
para convencerme
de ésta situación;
el amor es bravo
cuando uno es joven,
ahí se instala,
quema sus naves
y se retuerce hasta
encontrar eternidad
y abismo,
olvidando que los sentidos
se fracturan con el tiempo.

Tengo los ojos quemados
de extrañarte,
y uno es el cuerpo
que carga consigo a todas partes
aún quemado, mórbido,
seco, escamado, tembloroso,
fuera de lugar
y desproporcionado,
uno es el cuerpo
que carga consigo a todos lados.
Tengo los ojos quemados
de extrañarte.

No hay que olvidar, empero,
que los huesos se alimentan
de carácter y experiencia.

Y hasta aquí dejo las cartas
que nunca te podré leer
con la voz bien alta,
para barrer conmigo,
limpiarme esta esperanza

y crecer,

pasar a lado de la gente,
seguir adelante
-como se dice cabalmente.

Ya no te espero,
me repito en silencio,
frente al amanecer,
bien despierto,
y entonces 
te empiezo a disimular
con los brazos abiertos
y la ecuanimidad
de nuestros abuelos.